“¿Che vuois?” (“¿que quieres de mi?”) pronuncia Jesucristo en la cruz ante la penuria. Y porque no también la Coca Sarli, al encontrarse despojada de sus ropas e impotente ante la infamia de algún hombre. “¿¡Qué pretende usted de mi, degenerado!?”, grita la Coca mientras arrastra con su desnudez el deseo de un pobre obrero que viene de trabajar, cansado, absorto en su vida alienada y anhedónica. Para el tipo ese, la Coca es un asado listo y pronto para comer, pero prohibido por una suerte de “ácido úrico” moral. Algo similar ocurre con el núcleo perverso del cristianismo que desarrolla Zizek. Cuando Cristo pregunta a Dios por qué lo ha abandonado, comete el pecado de renegar su fe. Pero este Dios parece haber dispuesto todo para que eso ocurra, como si en el deseo de Dios estuviera oculto un doble juego perverso. Lo mismo sucedería con el pecado original (la manzana que seduce a Adán y Eva), con la traición de Judas (sin la cuál no habría redención). Dios empuja al hombre hacia el pecado y luego le prohíbe, al igual que la Coca Sarli se desnuda y grita para no ser poseída, mientras toca sus kleinianos “pechos buenos”.
"Mira, te voy a dar un poco de información de primera mano sobre Dios. A Dios le gusta mirar. Es un travieso. RefIexiona. Le da al hombre instintos. Te da un don extraordinario y Luego, ¿qué hace? Te juro, por diversión propia para su propio rollo cósmico privado de chistes pone las reglas en oposición. Es la gran broma. ‘Mira, pero no toques’. ‘Toca, pero no pruebes’. ‘Prueba, pero no tragues’. Y mientras estamos saltando de un pie al otro, ¿qué hace él? ¡Está riéndose a carcajadas, el muy enfermo! ¡Es un mojigato! ¡Es un sádico! ¡Es un casero ausente!”
(Al Pacino, personificando al Diablo en El abogado del diablo -“The Devil´s Advocate”-, 1997.).
En un análisis de corte hegeliano (dialéctica, síntesis, desdoblamiento de sí y autoconciencia), Zizek propone una alternativa: “…la única manera de evitar semejante lectura perversa es insistir en la IDENTIDAD absoluta de los dos gestos: Dios no nos empuja PRIMERO hacia el pecado y LUEGO se ofrece como el REDENTOR que nos saca del atolladero en el que él mismo nos sumergió; no se trata de que la redención venga después de la caída: la caída es IDENTICA a la redención, es ‘en sí misma’ ya la redención” (Zizek, 2005:162). El mal, la caída, estaría en la mirada del que la enuncia como tal, y en el reconocimiento del espíritu de sí mismo, Adán y Cristo terminan siendo una misma persona. En el cristianismo el espíritu universal comienza, según Hegel, su reconocimiento de sí mismo, como ser separado, dividido, “para sí”, tal y como Cristo es el abandono de sí mismo efectuado por Dios. “La infelicidad externa tiene que convertirse, como queda dicho, en el dolor del hombre en sí mismo. El hombre debe sentirse como la negación de sí mismo, lo separado, lo dividido… El conocimiento, como abolición de la unidad natural, es el pecado original, que no es un accidente, sino la eterna historia del espíritu” (Hegel, 1997:549) Vemos en Hegel lo que Freud de alguna manera nos advertía: la forma en que los filósofos introducen nuevamente a Dios, pero a través de conceptos abstractos.
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Sacado de:
Apud, Ismael (2006) Racionalismo y secularidad. La religión desde la teoría antropológica, Freud y Nietzsche. Publicado en: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/apud/Secularidad_y_religion.htm en agosto del 2006.
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Citas:
HEGEL, G.W.F. (1997) Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Vol. 2. Altaya, Barcelona.
ZIZEK, S. (2005) El títere y el enano. Paidos, Buenos Aires.
Imagen de H.R. Giger.
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