sábado, 11 de octubre de 2008

Ciencia, patrimonio, gatos y pollos


La semana del patrimonio ha tenido como figura estelar a Vaz Ferreira (foto de arriba), uno de los más grandes filósofos de la historia uruguaya. Su preocupación por las relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad lo llevaron al desarrollo de una filosofía que abordó temas como la lógica, la validez del conocimiento científico, y las formas de evaluación pedagógica, ámbito al que dedicó su vida. Muy influenciado por Bergson, pensaba que el pensamiento fragmentaba la vida y la realidad, y quería devolver el estatuto pragmatico y vitalista a una ciencia que por aquel entonces desbordaba en positivismo e ingenuidad ontológica.

Uno de los encuentros fue con Albert Einstein, con quien estuvo sentado, en un tipico banquito de esos que encontramos por Montevideo. ¡Quien hubiera podido tener un grabador para registrar aquello! ¡Ojalá la física moderna se equivocara y pudiésemos retroceder en el tiempo para pegar con cinta pato un pequeño grabador digital debajo del banco en que se sentaron estos dos ilustres personajes!

Uno de los más célebres encuentros con Einstein fue el que tuvo Erwin Schrödinger, en una de las tantas correspondencias que Einstein tenía luego de meter el dedo en el enchufe. La misma llevó al experimento mental conocido como "El gato de Schrödinger" -Si bien recuerdo y corrijanme de no ser asi-. Supongamos tenemos una caja cerrada. Dentro de ella hay un gato y una botella de veneno conectada a un dispositivo que se activa únicamente si una particula emite determinada radiación en menos de determinado tiempo. En el caso de ser así el veneno se libera y el gato muere. La probabilidad que la radiación sea emitida en ese tiempo es un 50 por ciento. Ahora bien, dada las leyes de la probabilidad cuantica, en tanto no abramos la caja el gato esta en un estado de indeterminación: está muerto y no muerto a la vez (de ahi la cara de preocupación que el pobre gato tiene en la foto). Cuando abramos la caja modificaremos el estado del sistema, de igual manera que por el principio de indeterminación de Heisenberg la misma medición influye en el electrón al intentar determinar su posición y movimiento. Este principio cuántico nos puede servir como analogía de un problema general. Se trata de como la misma percepción de las cosas determina la realidad a observar:

“Los contornos distintos que atribuimos a un objeto, y que le confieren su individualidad, no son más que el esbozo de un cierto tipo de influencia que nosotros podríamos ejercer en un cierto punto del espacio: es el plano de nuestras acciones eventuales que es devuelto a nuestros ojos, como a través de un espejo, cuando percibimos las superficies y las aristas de las cosas” (Bergson, La evolución creadora).

Si la percepción del mundo es un asunto pragmático entonces toda ontología del objeto se derrumba, en tanto sus propiedades dependen de un sujeto que lo determina, por lo menos en cierta medida. Esta idea ya estaba en Nietzsche al criticar el dogma cientifico de lo que él llamaba la "inmaculada percepción", o en Carlitos Marx, al mofarse de el idealismo que analizaba la pera buscando su esencia y olvidaba que la pera había que comerla. Una postura pragmática implica concebir a las verdades científicas en su realidad instrumental y su desarrollo, dado que ningún saber es absoluto o definitivo. El desarrollo no sólo depende de las variables relativas al método experimental, sino también a aquellas vinculadas a la comunicación y las relaciones de poder en el seno de la comunidad científica. La verdad es instrumental y operatoria.

El hombre se encuentra seguro en la regularidad, necesita de la repetición. En nuestras vidas el mismo hábito instintivo tiene cierta raiz inductivista. Buscamos regularidades en las que asentar nuestro saber. Desarrollemos un poco esta idea de Bertrand Russell (el de la foto... la del pollito no che! la del que esta como loco con su pipa...). Erase una vez un pollo, (esta vez si el de la foto) al que todas las mañanas le daban de comer. El pollo como buen inductivista pensaba que todas las mañanas serían iguales hasta que un día amanece en la bandeja de una familia de campaña, o bien en alguna sucursal de Calprica. Confió en que su comida era como el sol que salía todas las mañanas; terminó sin sol ni son.

El pollo ahora si que sabe,


sabe bien con fritas...



(estoy jugando con la polisemia, atenti al gol).




Me vino hambre me parece que me voy a comer.

Por las plumas de mi abuela, dijo Pato Aparato,
y activó lo último en tecnologia biocibernética.
Recuerden eso si,
que detrás de los valores
que el héroe defiende
se encuentra Tio Rico
y su gran arca de caudales.



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