jueves, 27 de mayo de 2010

El hombre navega

El hombre,

desde principios del mundo,

Navega en el tiempo.


Pero vemos sólo el barco y la niebla que viste un paisaje sin mar.


Nuestros ojos son un farol

que alumbra

modestamente

nuestro paso.


Nuestros cantos nos guían en la oscuridad.


Ocupamos nuestro tiempo en el timón,

en nuestros congéneres,

en nuestros placeres mundanos.


Pero existen llaves.

Muchas llaves

parecen abrir puertas

que comunican

directamente al mar.


Las olas del tiempo arrastran a aquel que se atreva a naufragar en ellas.


El piso se transforma

y palpita en vida.

Los colores hacen alarde

de su viva claridad.

Mis ojos son cristal,

a punto de estallar;

mi corazón comienza a ver

la realidad de los sueños.


Un niño se asusta

y decide

jugar

tranquilamente

en la orilla de ese abismo.

Decide esperar

y crecer un poco más.


Preocupados por el barco,

y nuestra continuidad en este mundo,

navegamos por el tiempo,

sin rumbo.


A veces creemos saberlo todo,

pues creemos que el secreto

se encuentra en el timón.

Pero el secreto del mar es que no tiene secretos;

aguarda, expectante nuestra llegada.


El mar es un mundo lleno de vida.

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