jueves, 19 de noviembre de 2009

Psicoterapia y antropología

Las raíces antropológicas


Es difícil plantearnos el origen de la utilización de procedimientos psicológicos en la atención de problemas relativos a la salud. Pues toda sociedad tiene, en mayor o menor medida formas en las elaborar y resolver sus propios conflictos, sea a través de rituales y mitos, medicinas o placebos, especialistas religiosos o formas comunitarias de participación, etc. Es a través de estos mecanismos que las distintas culturas permiten a sus integrantes conciliar los desfasajes que puedan haber entre sus necesidades pulsionales y lo que su sociedad les exige. Son un puente entre lo individual y lo colectivo.


Tomemos dos ejemplos: el del mito y el de la magia. Según Von Franz, alumna de Jung:


“…los cuentos de hadas y los mitos ofrecen representaciones de procesos instintivos en los que la psique presenta una validez general. A ese nivel inconsciente colectivo, encontramos representaciones de procesos de tratamientos típicos para enfermedades igualmente típicas” Von Franz, M-L. Símbolos de redención en los cuentos de hadas. Editorial Océano, Barcelona, 1990:11.


Bruno Bettelheim concibe los cuentos de hadas y los mitos como una herramienta cultural que permite dar expresión a ciertos conflictos, así como introducir en este una guía coherente y ordenada que no se encontraba anteriormente en las profundidades del inconsciente. El tema de fondo será el valor terapéutico del mito en tanto se concibe como una herramienta para la organización de la conciencia.


Joseph Campbell analiza el mito del héroe como modelo terapéutico para la elaboración de conflictos psíquicos. Divide en tres momentos su estructura narrativa. Un primer momento donde el héroe se retira del mundo hacía aquel lugar donde residen las dificultades (demonios, dragones, crucifixión); un segundo momento de iniciación y de triunfo transformador; un tercer momento donde el héroe retorna transfigurado restaurando el orden, o bien enseñándonos la lección aprendida. Se trata de un movimiento cíclico de renovación, análogo al que el antropólogo Mircea Eliade describe para los mitos cosmogónicos:


“Su función es revelar modelos, proporcionar así una significación al Mundo y a la existencia humana… Gracias al mito, el Mundo se deja aprehender en cuanto Cosmos perfectamente articulado, inteligible y significativo” Eliade, Mito y realidad. Editorial Labor, s.l, 1996:153.


Tanto para Eliade, como para Bettelheim o para Campbell, la esencia del mito está en el conferir de significación a la experiencia humana, organizando aquello que de otra forma se nos ofrecería en forma caótica, así como oficiar de puente entre el individuo y su mundo social. Los mitos dejan de ser una resolución irracional y neurótica de las sociedades primitivas y comienzan a ser vistos como una producción cultural de vital importancia para la constitución del sujeto social:


“Unen el inconsciente a los campos de acción práctica, no en forma irracional, a manera de una proyección neurótica, sino en tal forma que permita una comprensión madura, seria y práctica del mundo fáctico para que actúe como un control firme en los reinos del deseo y del temor infantiles” Campbell, J. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. FCE, México 2006:234.


Actúan entonces de puente entre los procesos más arcaicos y aquellos que consolidan una personalidad cultural adulta.


En el caso de la magia, es a través del antropólogo Levi-Strauss que comienza a problematizarse la cuestión de la eficacia simbólica y la importancia de atribuir un sentido a las distintas experiencias que atentan contra la estructura del grupo en cuestión. A diferencia de la ciencia, que busca el sentido de un problema en la realidad objetiva y sus cadenas causales, la magia opera articulando las experiencias al sistema estructural de la sociedad en cuestión. En casos de integridad física (enfermedades, dolores intensos), crisis del desarrollo humano (partos, puerperios), violaciones de normas o códigos, comportamientos extraños, o bien catástrofes naturales, el hechicero o “shamán” ofrece una interpretación que permite la absorción del acontecimiento en la estructura, que codifica y significa la realidad social en cuestión. De esa manera las prácticas “shamánicas” significan aquellos estados que de otro modo se ofrecerían confusos y desorganizados para la conciencia:


“…pensamiento patológico y pensamiento normal no se oponen, sino que se complementan. En presencia de un mundo que ávidamente quiere comprender, pero cuyos mecanismos no alcanza a dominar, el pensamiento normal exige a las cosas que le entreguen su sentido, y éstas rehúsan; el pensamiento llamado patológico, por el contrario, desborda de interpretaciones y resonancias afectivas, con las que está siempre dispuesto a sobrecargar una realidad que de otro modo resultaría deficitaria… La colaboración colectiva en la cura shamanística establece un arbitraje en estas dos situaciones complementarias… es preciso que, por una colaboración entre la tradición colectiva y la invención individual, se elabore y se modifique continuamente una estructura, es decir, un sistema de oposiciones y correlaciones que integra todos los elementos de una situación total donde hechicero, enfermo y público, representaciones y procedimientos, hallan cada uno su lugar.” Levi-Strauss, Antropología estructural. Ediciones Altaya, Barcelona 1997:207-208.


La “cura” tendría sus bases en la eficacia simbólica del esquema en cuestión, independientemente de su correspondencia con las causalidades objetivas o científicas (eficacia sobre lo real). Consistiría principalmente en volver inteligible una situación problema, haciéndola soportable al espíritu y por lo tanto tolerable, mediante un sistema coherente que vectorializa las diferentes experiencias que de otro modo se ofrecerían caóticas e insoportables.



Genealogía de la clínica


Vemos entonces como todas las sociedades humanas tienen determinados recursos que podríamos catalogar como terapéuticos, en tanto brindan a los individuos que las componen herramientas para poder manejar aquellos aspectos que se muestran disruptivos o conflictivos en el proceso de nacimiento, vida y muerte:


“Es un hecho que incluso la más ligera idea de bibliografía etnológica convence a cualquiera de que, de hecho, las fases fisiológicas de la vida humana y, ante todo, sus crisis, cual la concepción, el embarazo, la pubertad, el matrimonio y la muerte, forman núcleos de numerosas creencias y ritos” Malinowski, Magia, ciencia y religión. Planeta- Agostini, Barcelona 1985:33.


Es a través de estas creencias y de estos ritos, que la cultura ofrece soluciones a los problemas que puedan surgir, a las contradicciones que inevitablemente el ser humano enfrenta al establecer un estilo de vida. Podríamos ver entonces a la clínica y a los dispositivos generados por la psicología como una forma particular más de este tipo de creaciones culturales, de modo que nuestro planteo sería dar un breve recorrido por el contexto que la sostiene y la historia que la conforma.


Es una costumbre en occidente fijar a la antigua Grecia como referencia de origen a las distintas disciplinas que componen hoy día el bagaje de conocimiento que denominamos ciencia. Es a partir de los griegos que comienza el pensamiento que denominamos racional, en tanto no utiliza las figuras de los dioses, y procedimientos mágico-religiosos para comprender el mundo. El período en el que se inicia lo que nosotros denominamos pensamiento lógico- racional (en griego logos o “razón”) tiene un origen cuyos bordes son bastante difusos, aunque como fecha de partida podría tomarse el siglo VI a.c. En esta época el mundo oriental sufrió una gran cantidad de factores heterogéneos que sirvieron de base a cambios epistémicos que permitirán tomar cada vez más distancia de las respuestas mágico-religiosas de la época (el mithos). Es a través de los primeros filósofos que surge un modelo de psicología abstracto, desantropomorfizado y en la búsqueda reflexiva de un “conócete a ti mismo”. Según Bennett Simon tenemos tres modelos principales en el arte “terapéutico griego”, que se suceden cronológicamente:



1) Modelo poético: corresponde a la Grecia descripta por Homero en su épica. Las herramientas utilizadas son las de la poesía heroica, que ofrece modelos ejemplares de identificación, así como formas de concebir la psique y reflexionar los procesos anímicos. En la poesía homérica no vemos una diferenciación precisa entre alma y cuerpo, y las afecciones anímicas por lo general remiten a deidades que las personifican (antropomorfización de los procesos anímicos). No existe entonces una unidad “yo” como anclaje clave en el proceso de decisiones, sino que el sujeto es un “campo de fuerzas abierto”, donde lo divino se asenta. La misma locura es producto de los dioses (la até o locura divina). El proceso terapéutico permite a través de la poesía establecer procedimientos de conciliación entre las desviaciones individuales, y las costumbres colectivas. Con la tragedia griega comienza un progresivo acercamiento del mito al terreno filosófico.


2) Modelo filosófico: es con la figura de Platón que comienza la concepción de una psique impersonal y abstracta. Esta se compone de tres partes: la razón (el hombre), la parte animosa (el león), y la parte apetitiva (el monstruo). El hombre justo es aquel que a través de la razón (logos) es capaz de gobernar las dos partes inferiores (las emociones y los deseos sensibles). La esencia de la ética socrático-platónica está entonces en el dominio de sí (sophrosyne), que conlleva a virtudes como la sabiduría para la razón, el coraje para las emociones, y la temperancia para los apetitos. El filósofo actuaría como una especie de terapeuta, al permitir que la razón estructure y controle los procesos apetitivos y emocionales (una especie de insight). Dicha razón permitiría al sujeto conocerse como tal, no en relación a un conjunto de mitos y creencias, sino en torno a si mismo: el Yo como agente ético de dediciones adquiere entonces un estatuto primordial en los procesos de reflexión.


3) El modelo médico: los problemas de orden psicologico pasan a ser epifenómenos de movimientos mecánicos dados en la realidad material. Surge la medicina hipocrática, así como métodos en relación a los flujos corporales.


En nuestro caso particular nos interesa el segundo modelo, en tanto a partir de él surge un a terapéutica del sujeto como poseedor de una verdad personal, que yace en su interior, y a la que le es posible acceder en tanto sea capaz de gobernarse a sí mismo por medio de la razón. Surgen entonces escuelas post-socráticas como la de los cínicos o los estoicos, que promueven la vigilancia racional sobre el uso de los placeres y el conocimiento de sí, para ser un hombre ético en tanto lo erótico, lo dietético y lo económico son regulados por el uso de la razón y del temperamento. La filosofía es entonces una ética práctica de la vida cotidiana, que permite al hombre vivir de la forma más plena tanto consigo mismo como con la comunidad en la que vive. Se trata en suma, de una terapéutica en tanto análisis de sí, un “modo de subjetivación”, al decir de Michel Foucault.


Con el cristianismo este modo de subjetivación se transforma, de modo que lo importante no pasa a ser una economía práctica y relativa a un contexto (una ética de las costumbres) sino un código universal relativo a una ley dictada más allá de los agentes involucrados (moral):


“En la doctrina cristiana de la carne, la fuerza excesiva del placer encuentra su principio en la caída y la falta que señala desde entonces a la naturaleza humana. Para el pensamiento clásico griego, esta fuerza es por naturaleza virtualmente excesiva y la cuestión moral será la de saber cómo enfrentar esa fuerza, como dominarla y asegurar su conveniente economía” Foucault, M. Historia de la sexualidad. 2-EL uso de los placeres. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003: 50.


Y, con la llegada de la modernidad y del pensamiento científico moderno, se nos presenta otro viraje: en el pasaje de una sociedad del suplicio y el ritual (monarquía, edad media) a una sociedad del disciplinamiento y el encauzamiento (capitalismo, modernidad). A medida que la sociedad se transforma en una organización del tipo mercantil, el peso comienza a recaer en todo un sistema de normalización de las desviaciones, en una lógica del beneficio y la utilidad:


“A estos métodos que permiten el control minucioso del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las ‘disciplinas’” Foucault, Vigilar y castigar. Siglo XXI, Mexico 2001:141.


Y es allí que comienzan a aparecer un conjunto de saberes técnicos como el derecho, la psiquiatría y el psicoanálisis, asistiendo en el diagnóstico y el tratamiento de aquellas desviaciones, diseñando aparatos conceptuales que permitan disciplinar y encauzar los cuerpos descarriados. Sin embargo junto a estos aspectos normativizantes de la modernidad, tenemos a su vez la producción de aquellos “modos de subjetivación” que Foucault analizaba en los griegos, o sea, la posibilidad de brindar al individuo mecanismos para el conocimiento de sí. El psicoanálisis sería la disciplina por excelencia en tanto permite al sujeto dicha reflexividad.


Recordemos cómo Freud fue el primero en hacer hablar a las histéricas, en tanto Charcot tan sólo las asumía como objeto de investigación médica, sin importar su calidad de sujeto.


“Tenemos así una comedia dramática donde intervienen, básicamente, tres personajes: a. el psiquiatra militar Charcot, viejo varón patriarcal que observa, registra y busca regularidades y leyes; b. el nuevo padre razonable Freud, hombre delicado, que escucha, interpreta y educa; y, ciertamente, c. la mujer, voz inteligente y oprimida, acorralada entre el síntoma del cuerpo y la hipersexualidad del discurso. Que Freud posibilite que Dora haga sus asociaciones libres, soltando toda la provocativa sexualidad de su discurso, que él lo contenga con su oreja interpretativa, cálida y acogedora, indica un cambio de procedimientos en las técnicas de regulación social. Desde el varón patriarcal del viejo régimen (Charcot, digamos, cultura del ojo, de la vigilancia, de la disciplina), que suelta su chist cada vez que ella (mujer, sociedad civil) abre la boca para hablar, al Dr. Freud, que la recibe generoso, razonable, humano y educado, y –por qué no decirlo- amariconado en comparación con los viejos modelos erectos del varón autoritario y militar” Nuñez, S. Lo sublime y lo obsceno. Geopolítica de la subjetividad. Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2005:51


Tenemos entonces dos avatares, dos líneas genealógicas de tratar con los problemas psíquicos: una derivada del modelo médico hipocrático, donde el individuo es un objeto-cuerpo clínico, y un modelo filosófico-psicológico, dónde el individuo es un sujeto que puede gobernarse a sí mismo y transformar su padecer a través de la reflexión de sí.


Vemos entonces como la clínica responde a una genealogía histórica y a un contexto determinado. En primer lugar como herramienta cultural, remite a un trasfondo que antropológicamente podemos considerar universal: es una institución que permite a los distintos individuos adaptarse al orden social y a las exigencias culturales, y en este sentido tiene un carácter de institución sanitario-terapéutico universal. Por otro lado está su particularidad histórica: como hija de la modernidad asume su rol disciplinario, de control y de utilidad. Como hija de la cultura occidental, tiene su carácter reflexivo y revolucionario, en tanto promueve la reflexión subjetiva heredada de las modalidades griegas, íntimamente vinculadas con el gobierno de sí, propio de las instituciones democráticas, que buscan una autonomía relativa del sujeto en relación a las exigencias de lo instituído.



2 comentarios:

Hybrid Willow dijo...

Me sorprende tu poder de síntesis para trazar un mapa como el que acabas de hacer.

Realmente, cuando crezca quiero ser como tu.

isma_mushotoku dijo...

Ah te hiciste un blog, que bien!