
Los días se resisten a pasar, 
quieren quedarse
cómodamente recostados
En el sillón
de su dulce y ficticia presencia.
Quieren sonreír con su recuerdo, 
quieren palpitar en su ausente regazo
Y así evitar mojar
la sombra de su imagen.
Más no, los días pasan, 
recostados o no,
sonrientes o llorones,
atemorizados o embravecidos.
Llorando los colores de un cuadro,
Sonriendo los compases de un encuentro,
Temblando en el ardor de sus pupilas.
Recostado en la fría calle,
fantaseando estar en tu regazo,
y sonriendo…
mientras…
nos ahogamos… 
juntos… 
en su cemento.
 
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