sábado, 3 de noviembre de 2007

Alicia, Freud y el inconciente










Charles Lutwidge Dodgson (nombre verdadero de Carroll) nació el 27 de junio de 1832. Fue matemático y profesor de lógica además de licenciarse en letras. Su primera publicación fue Syllabus of plan algebraical geometry (1860), seguido de unos cuantos libros más, todos de matemática y física. El 4 de julio de 1862 emprende un viaje junto al reverendo Robinson Duckworth y las hijas de su amigo el dr. Liddell; Edith, Lorina y Alicia. Carroll solía hacerles cuentos a las niñas durante el viaje (de hecho era un “enamorado” de la inocencia infantil femenina); ese día Carroll crearía el cuento que luego Alicia catalogaría de “deliciosamente inmortal”. Poco después, por sugerencia de unos amigos, Carroll publicaría el cuento bajo dicho seudónimo, sumándose a la corriente literaria del “Nonsense” inglés.

Dos observaciones importantes pueden hacerse con respecto al párrafo anterior. La primera es que Carroll conocía en profundidad la psicología infantil de una niña. Su fascinación a un grado que muchos consideraban “enfermizo” da a suponer un gran conocimiento de cómo operaba el razonamiento, sentir, percibir y soñar de una niña. Si le sumamos a esto un gran conocimiento en lógica, podemos visualizar las dos determinantes más importantes que influyeron en la similitud entre la narrativa de Carroll y las observaciones de Freud. Pues ¿como no llegaría Carroll a un mismo entendimiento lógico del infante y el sueño? Los juegos de lógica que utiliza Lewis Carroll en su narrativa, no serían entonces simples caprichos de su mente, sino que procederían de una observación minuciosa en una de las cosas que más amaba: el mundo fantástico y lúdico de las niñas.






La materia prima de los “sueños” de Alicia provienen de sensaciones diurnas, las que, a modo de un bricoleur, Alicia reúne a lo largo de sus aventuras. El tablero de ajedrez, el conejo, el ratón, los naipes, la “falsa tortuga”; todos elementos a los que un niño dirige su atención durante el día. Lewis Carrol utiliza una forma parecida a la de Freud en lo que respecta al proceso creativo del sueño, el cuál tomaría sus materiales tanto en los recuerdos del día como en las sensaciones del exterior que acuden durante la noche. Todos estos elementos serían entonces tomados por el inconsciente de Alicia para posibilitar su expresión a través de un contenido manifiesto.

Una de las cosas que más se evidencian en Alicia es el carácter ilógico de sus aventuras; siempre en medio de paradojas y sinsentidos. Un ejemplo sería la gran cantidad de pensamientos y situaciones que no obedecen al principio de contradicción (o sea; que no pueden existir simultáneamente P y –P):

“- .. .¿tu nunca tuviste arrebatos, querida, creo?- Preguntó a la reina.
- ¡Nunca!- dijo furiosa la reina, arrojando al mismo tiempo un tintero al lagarto”
(Carroll; 1998a:141)

“La parte más extraña del asunto fue que los árboles y las otras cosas a su alrededor no cambiaban de lugar en absoluto; a pesar de lo velozmente que corrían, siempre estaban en el mismo lugar” (Carrol; 1998b:41)

“- Sólo quisiera tener yo un par de esos ojos- dijo ásperamente el rey-. ¡Ser capaz de ver a nadie! ¡Y a esa distancia además! ¡Bueno, ya es bastante que yo pueda ver personas reales, con esta luz!” (Carrol; 1998b:96)

Toda esta recurrencia a situaciones contradictorias, hacen que el personaje de Alicia viaje siempre a través de dos series contradictorias. Esto es lo que Gilles Deleuze llamaría síntesis disyuntiva inclusivas (En lógica se simboliza con un “y/o” o un “o bien”); “Una disyunción que permanece disyuntiva y que, sin embargo, afirma los términos disjuntos, los afirma a través de toda su distancia, sin limitar uno por el otro, ni excluir uno del otro, es tal vez la mayor paradoja” (pag 82, Deleuze y guattari; 1998). “No se cierra sobre los contrarios, sino que se abre, como un saco lleno de esporas, las suelta como singularidades que indebidamente encerraba, de las que pretendía excluir unas y retener otras...” (Deleuze y Guattari; 1998:83). La disyunción inclusiva sería el accionar por excelencia de la máquina inconsciente, del esquizofrénico. Pues si algo tienen en común los sueños, los síntomas neuróticos, el infante, el esquizofrénico, es el predominio del proceso primario. En cuanto al principio de identificación (o sea p entonces p) ya al principio de Alicia se plantea dicho problema: “... porque yo no soy yo misma, como usted ve” (Carrol; 1998a:54).A lo largo de las aventuras de Alicia vemos también como no se respetan determinadas relaciones causa- efecto: “Lo primero que pensó fue que, de algún modo, había caído al mar. ‘En tal caso, puedo regresar por tren’” (Carroll; 1998a:28); Alicia tiene sed, de modo que la reina le ofrece un bizcocho. Podríamos decir que no existe un orden determinado, dónde las diferentes representaciones se mantengan ligadas unas a otras; el desplazamiento rompe con todo determinismo, y hace fluir la energía psíquica de forma libre. Esto abarcaría también a la temporalidad, pues toda cronología implica una serie determinada de variables encadenadas sucesivamente, cada una dependiente de la anterior e independiente de la próxima (o efecto de la pasada, causa de la futura). El proceso primario rompería con dicha temporalidad, dicha cadena causalística; “...podrías quedarte en la una y media tanto tiempo como quisieras” (Carroll; 1998a:84). Alicia recorre un tiempo sin tiempo, donde “La ley es: mermelada mañana, y mermelada ayer... pero nunca mermelada hoy.” (Carroll; 1998b:73)

Podríamos decir entonces que, por caminos diferentes, Lewis Carroll y Sigmund Freud exploran en un mismo fenómeno: ilógico, atemporal, inconsciente, negado por la razón científica durante mucho tiempo por cierta imagen del hombre como ser “racional”. Es en este inconsciente paradojal en el que Alicia se mueve, yendo por las dos series contradictorias a la vez, desplazándose por todos los saberes, olvidando todos los nombres e identidades fijas.



















Citas en:

Carroll, Lewis Alicia en el país de las maravillas. Edicomunicación s.a., Barcelona,
1998. (a)
A través del espejo. Edicomunicación s.a., Barcelona, 1998. (b)

Deleuze, Gilles El antiedipo. Ediciones Paidos, Barcelona, 1998.
Guattari, Felix

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