sábado, 17 de octubre de 2009

Me and the Devil Blues


http://www.youtube.com/watch?v=3MCHI23FTP8

"Early this morning
when you knocked upon my door
Early this morning, uhhhh
when you knocked upon my door
And I said, Hello Satan,
I believe it's time to go."

El diablo es una figura emblemática en la historia del Rock. ¿Que sería del Rock sin el Diablo, sin la transgresión, sin el Ello empujando una y otra vez al Superyo hacía la sexualidad, hacia el cinismo, hacia el placer, hacia el dolor, hacia el absurdo? Hacia el "me cago en las instituciones que tanto ustedes abogan por reproducir una y otra vez como una melodía de un disco rayado que no tiene nada para decir sobre lo que siento en mis entrañas".

"Me and the Devil
were walking side by side
Me and the Devil, uhhh
were walking side by side
I'm going to beat my woman
until I get satisfied"

No sólo hay placer en el Ello-musical diabólico, sino también todo un universo pulsional, toda una locura de melodías que nos abrazan y descubren nuestro devenir acéfalo. Nuestros propios gritos y no los de alguien más. Es lo contrario a un himno patrio, que nos exalta en nuestro encuentro con algo pretendidamente superior al que debemos someternos solemnemente. El Diablo nos incita a ser traidores, cínicos, blasfemos.

"She said she don't see why,
That I will dog her 'round.
She said she don't see why, That I will dog her 'round.
Well, it must be that old evil spirit
So deep down in the ground"

El Diablo aboga por lo "humano, demasiado humano", sacralizando el más acá. Es imperioso bajo determinadas circunstancias, hacer un pacto con él. Lo sabía muy bien Paganini y su violín endemoniado. Lo sabía muy bien Robert Johnson y su guitarra, entre la autopista 61 y 49. En una labor fáustica, le vendió su alma al diablo, sabiendo de antemano que tendría una vida corta.

"You may bury my body
Down by the highway side.
You may bury my body
Down by the highway side.
Oh, my old evil spirit
Can take a Greyhound bus and ride"

A veces me siento en medio del pacto, sentenciándome una y otra vez al exceso. Exceso de placer, de ingestas, sexualidad y carcajadas; exceso de querer saberlo todo, de poder abrazar al mundo con mis dedos y apretarlo como a un limón, haciéndole soltar la maldita y ácida verdad que esconde. Exceso de ironía y cinismo, burlando verdades, vivencias y dolor. Burlando a la vida que Dios nos dió.

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